Estás en un estadio deportivo, o en plena naturaleza observando ese ave que llevas horas esperando. Sacas tu monocular, y lo ves. En el detalle está la victoria, piensas, que has visto el gesto que le ha hecho el delantero al árbitro justo después de esa caída en el área, o has visto como ese pájaro alimentaba a sus crías en el nido sin dejar de aletear.
Y además de verlo lo has visto increíble porque tu monocular Leica es el no va más, que aguanta lo que le echen, y que su forro de magnesio, llamado Aqua Dura, te dará durante años esa felicidad, ya que esa lente está perfectamente protegida, incluso rodeada de nitrógeno, que la mantiene en perfecto estado incluso en las más duras condiciones. Los monoculares Leica, recuerda, tienen una estructura de aluminio forrada de magnesio, lo que los hace únicos y los dominadores de un mercado que prima la calidad por encima de todo.
Porque esos cristales, además, que en un monocular pequeño y muy ligero como éste dan un factor de ampliación de ocho aumentos. Y tiene como complemento una lente de aproximación, que funciona a modo de macro, es decir, que permite una distancia mínima de enfoque de 25 cm, lo que en observación de insectos, a un palmo de distancia, viene a dar una sensación parecida al microscopio.
Un monocular como el Monovid de Leica, muy llevable, pesa tan solo 112 gramos, su campo de visión alcanza los 110 metros, con una distancia mínima de enfoque de unos 1,8 metros. Es una maravilla que vale la pena llevar encima. En los detalles encontrarás el punto. La fascinación que supone ver bien eso que ansias ver. Y si encima es Leica… no hay más que decir.
